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CONDENACIÓN DEL LIBERALISMO D.—Confieso á V. que era equivocada la idea que tenía formada del error liberal. Cier- to instinto cristiano, producto sin duda de la fé que tuve siempre arrraigada en el fondo del alma, me llevó á sospechar en el Libera- lismo una cosa gravemente mala, á pesar de las ampulosas declamaciones de ciertos espí- ritus fuertes; pero nunca llegué a ver en él otra cosa que una extralimitación del poder civil, ó un afán exagerado de libertad en los ciudadanos. Veo que es la apostasía del Es- tado, primero, y como consecuencia, un ver- dadero asalto á los derechos de la Iglesia y á todo el orden sobrenatural. Desearía saber ahora si ha contestado la Iglesia á ese grito de rebeldía y cuáles son sus palabras. M.—No podía callarse ante esa invasión del error en los mismos campos de la verdad por ella con tanto amor cultivados. El Libe- ralismo se extendió por Europa como se ex- tienden las tinieblas por el valle en noche tempestuosa, ocultando por unas pocas ho- ras la hermosura de las flores, la belleza de los prados, la majestad y elegancia de los edificios; pero de repente apareció en el ho-

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