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A en la verdad de Dios, bajo su sombra se ha cobijado siempre el genio, lo mismo que el heroismo y la santidad. Nada faltaba al hombre, nada faltaba á la sociedad antes de llegar vosotros á este an. fiteatro del mundo, convertido hoy en campo de batalla. Tenía dignidad, tenía civilización, tenía libertad, y los inmensos espacios inte- lectuales que ofrece cada una de las ciencias podía recorrerlos á su arbitrio, con esa natu- ralidad con que se pasea un rey por sus do- minios, Una ccsa nueva habeis traido voso- tros, la libertad del error. Habeis abierto ese antro cavernoso que tenía cerrado la Igle- sia Católica y habeis dicho al hombre: «Ese pozo profundo está á tu disposición. Puedes descender hasta su fondo. Nosotros coloca- remos fuerza pública en sus alrededores para que nadie impida ese acto de tu libertad. Una vez dentro, todas las tinieblas son tuyas. Pue- des oscurecer, mediante ellas, todos los re- cintos de tu entendimiento profesando y de- fendiendo los mayores absurdos, inclusa la herejía. Pero si vemos que al salir de esa ca- verna relampaguea en tu mente la anarquía y tratas de poner en práctica lo que has apren- dido en esa escuela que nosotros hemos creado, te acribillaremos 4 balazos en los mismos bordes del abismo». He aquí vuestro . Sistema y vuestra doctrina, tan criminal como lógica é inhumana. Y esa doctrina y ese sis- tema que han costado ya á la sociedad innu- . Mmerables riquezas, torrentes de sangre y te- rribles convulsiones, ¿merecían la pena de que os salieseis de la casa paterna” y pusie-

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