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ATA con la luz del rayo que descarga subre él y lo calcina; á la primera pertenece todo lo no- ble, todo lo santo, todo lo grande que ha pro- ducido el género humano. A la segunda todo lo vil, todo lo defectuoso, todo lo malvado. La historia de los crímenes es su historia. La catástrofe del paraiso, los pecados que abrie- ron desde la tierra las cataratas del cielo, las infamias de Sodoma, los delirios de la genti- lidad, la muerte del Hijo de Dios, las rebel- días de |. s h rejes, las tiranias de los reyes y las sediciones de los pueblos y por último esa creación terrorífica de la justicia divina que se llama el ¿nflerno, son ubra suya En una palabra, yo me imagino á la ver- dadera libertad, á la libertad cristiana, como una virgen nobilisima, hermosísima y pudo- rosa enviada del cielo por Dios para condu- cir á la humanidad por el camino del deber hasta aquellas cumbres; pero si algún día lle- gase á chispear en mi fantasía la llama del genio de la pintura, y quisiese trasladar al lienzo la imágen simbólica de la licencia, trazaría, puesta de pié sobre una montaña, y bajo un cielo ennegrecido por la tormenta, la figura de una ramera, con vestidura blanca, sí, pero manchada de sangre, Ins cabellos flo- tantes movidos, no por la brisa, sinó por el huracán, los brazos y el rostro levantados al cielo en actitud de blasfemar de Dios, mien- tras á su alrededor se verían cadenas intermi- nables de montañas de escombros, pirámides de cauáveres, rios de lágrimas.

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