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y ciendo á los pueblos como el Omnipotente á las olas del mar «hasta aquí llegareis y no pasareis de aquí?» Eso es una tiranía inaudita que, además de constituir un crimen de lesa humanidad, paraliza su marcha triunfal por las vías del progreso». «Estais equivocados hijos mios, os re- plicó la Iglesia; la belleza, la bondad en sus variadísimas manifestaciones en el mundo de la materia y en el mundo de los espíritus for- man el gran patrimonio que vo ofrezco á los cristianos para que alimenten sus potencias y sacien su inmenso apetito de saber. Una sola región hay que yo mantengo cerrada, cuidando de que nadie se acerque á ella, la región tenebrosa del error. Pero ¿quién de vosotros podrá demostrarme que hay en es- to una violación de los derechos del hombre ó un atentado contra su cultura? ¿Acaso el error perfecciona á la humanidad? ¿Qué ga- na el género humano con tener expedito el camino de todos los delirios inte'ectuales, mucho más si adhiriéndose á ellos se aleja del fin para el cual ha nacido, y que es el úl- timo término de todas las perfecciones hu- manas? Si el progreso es una verdad, como lo es, el progreso y el error son dos cosas contradictorias, Cuando yo tomo pues ese conjunto de afirmaciones religiosas, extrín- secamente demostradas por medio de los motivos de credibilidad, y las elevo 4 las al- turas inaccesibles del dogma, sustrayéndolas de toda agitación intelectuaí, y prohibo á los cristianos negarlas ni aún discutirlas ejercito un acto de cultura, porque contribuyo á man-

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