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— 228 — reo de ingratitudes sin nombre, por premiar los trabajos del ejército católico, rindiéndole su enemigo, bajará á cerrar la entrada al cam- po de la expiación, para que las multitudes empujadas por el vértigo de sus crímenes se encuentren con su Dios mansisimo, con el mismo que murió en la Cruz por ellas, y ven- gan á caer en el abismo de su misericordia en vez de caer en el abismo de la Revolu- ción? Todo esto puede suceder. ¡Quiera Dios que así suceda! que el iris de paz de la clemen- cia divina aparezca en el cielo, y que sea an- tes del diluvio! * ** Pero si la misericordia de Dios no descien- de al escenario de Europa á solucionar este conflicto ¡ah! entonces fije V. bien en su me- moria las ideas principales de esta descrip- ción, porque son predicciones que en sustan- cia se han de cumplir. Ni V. ni yo veremos su cumplimiento, por- que una multitud de apostatas como la que se necesita para esa gran obra de desolación por necesidad debe elaborarse con mucha lentitud, aún teniendo en cuenta que la hu- manidad, como el peñasco desprendido de la montaña, precipita gradualmente su carrera conforme va acercándose al fondo. Pero, si Dios quiere hacernos testigos de algunos de los preludios de esa tragedia pa- vorosa, no desmayemos; estrechemos los la-

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