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20 y acabando por usurpar los bienes ajenos, si él no los tiene. ¿Es aventurado el afirmar que esa revolu- ción social, dueña por un momento de las po“esiones del mundo civilizado, será la úl- tima, eficaz y sangrienta enseñanza que dará al traste con el Liberalismo de los. Estados en un solo día? No; porque está demostrando la experiencia que el expectro de la revolu- cin social es lo único que aterra á los libera- les doctrinarios, haciendo vacilar en ellos el edificio de sus funestos errores, Ellos no abandonarán su Liberalismo aun- que, como consecuencia de ese sistema de gobierno, oigan los gemidos de la Iglesia, ó vean llorar á sus Pontifices, arder los tem- plos ó salir los reyes desterrados de su pa- tria; pero basta que un socialista suba la pri- mera grada de la escaleras de sus casas, pa- ra verles renunciar á sus procedimientos de libertad, apelando á la doctrina de la intran- sigencia. Es evidente, pues, que un pueblo entero, convertido por las doctrinas liberales en usurpador de sus riquezas y allanador de sus moradas, acabará por reducirlos al uso de la política católica, donde verán repentina y co- mo intuitivamente el único remedio para pre- venir esas tempestades. ¿Es aventurado el afirmar que esa Revolu- ción, ese encuentro del ejército socialista con el ejército del mundo civilizado ha de ser.es - pantoso, formidable, de gigantesca grande- za? No, porque han de ser grandes y pode- rosos los elementos que han de entrar en esa

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