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— 217 — do en hélice por los aires remolinos de polvo y hojas secas y desgajando árboles gigantes- cos; los hombres que corren hacia sus casas, dejando en el campo su labor interrumpida; los animales que huyen por la selva sin cur- so fijo, poseidos de terror indescriptible, mientras la lluvia á borbotones cae furiosa- mente sobre la tierra y cien torrentes de agua sucia comienzan á descender á un tiempo de todas las vertientes, llevando, entre. sus olas inmundas y tempestuosas, ramas de árboles, cabañas deshechas y animales muertos, y for- mando un río improvisado y caudaloso que se extiende por la feraz campiña y pasa aso- lando pueblos y ciudades: todo este conjun- to de elementos desatados simultaneamente y encontrados unos con otros, esta especie de tragedia de la naturaleza produce tal im- presion en el ánimo, que el espectador cree + estar asistiendo á la agonía del mundo. He ahí una imagen pálida de lo que va á ser la Revolución final del Liberalismo. Trácese V. en su imaginación un colosal anfiteatro; colóquelo V. en medio de Europa, que va á ser, á mijuicio, el campo de esta tormenta, y en ese anfiteatro colosal amonto- ne V. sin orden ni concierto hasta formar-una pirámide cuyo vértice atraviese las nubes, to- das las lágrimas que se han derramado, toda ta sangre que se ha vertido y todos los és- ,