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— 216 — . ser pues inmensa, formidable, de una grande- za tal que apenas quepan sus dimensiones dentro de la imaginación, lo trágico elevado á su mayor intensidad, :n delirio, una esp2- cie de locura de la humanidad, la materia us en espantosas conyulsiones bajo peso de las ideas. ¿Ha presenciado V. alguna vez una tem- pestad en el fondo del bosque? Ocúltase en- tre las nubes el sol, el cielo tórnase de color gris, y poco tiempo después comienzan á pa- sar galopando por el ancho firmamento gru- - pos de negros nubarrones, como soldados que van á ponerse en orden al principio de una batalla. La obscuridad crece. Un venda- bal ardiente, trayendo en sus alas nubes de polvo, comienza á cimbrear en. solemne mo- vimiento de oleaje las copas de los árboles; el relámpago brilla en el espacio y empieza la tempestad. ¡Qué enorme confusión se tor- ma entonces! parece que el mundo va á: ha- cerse pedazos! El estampido del trueno que. retumba en las caña las y en los peñascos como el eco de cien cañonazos continuados; el fulgor de las chispas eléctricas que como ramas de fuego entrelazadas se cruzan rápi-. damente en la atmóstera, iluminando los se- nes de los valles que parecen entonces abis- mos sin fondo; el sonido bramador de los huracanes que pasan en veloz carrera . arras- trados per la omnipetencia de Dios, agitan- *

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