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— 211— enemigo y reciben, sin embargo, todos los ti- ros que este les dirige. Esta es, á mi juicio, la división exacta que puede hacerse de los ha- bitantes de las naciones civilizadas en sus re- laciones con las ideas religiosas, exceptuando el país teutónico, dominado en gran parte por la herejía protestante. Pues bien, cuando, merced á la propagan- da anticatólica, protegida y fomentada por el Liberalismo, se haya corrido, perdida la fé religiosa, gran parte de esos católicos indife- rentes hacia las filas del sectarismo radical, hasta formar un gran pueblo, innumerable por su multitud, temible por su desesperación, y misterioso por ser el instrumento de que se servirá la cólera divina para castigar todos los pecados de los liberales doctrinarios que quedan todavía impunes, entonces vendrá la Revolución. D.—Y ¿cree V. que esa Revolución será de grandes provorciones? M.—Vivo íntimamente persuadido de que ha de ser la mayor catástrofe que registre la historia del género humano, exceptuados el diluvio universal y las últimas convulsiones del mundo. La razón es para mí evidente. Para conocer la altura que ha de alcanzar una revolución cualquiera, no hay más que fijar- se en las ideas que la han de engendrar, por- que las ideas son el plano de las revolucio- nes. Ahora bien, examine V. una por una todas las fórmulas que se han lanzado sobre las multitudes para moverlas en una dirección «cualquiera. No me mostrará V. una tan fe-

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