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Ss 10) 2 Dios desplegando en presencia del mundo un verdadero lujo de medios de curación. Ja- más se ha visto tan visiblemente el amor pa- ternal de Dios como en este periodo crítico de la historia. Cuatro Pontífices, Gregorio XVI, Pío IX, León XIII y Pío X, que, aparte de su dignidad sagrada, aún humanamente hablando, tienen tanta altura moral como pro- fundidad el Liberalismo, siendo figuras ca- paces de llenar cada una por sí sola un siglo entero, han dicho uno tras otro al mundo so- lemnemente en Bulas, Breves y Alocuciones: «¡El Liberalismo es pecado! Hijos míos, huid del Liberalismo!» Respondiendo á esas cuatro voces con tan- ta exactitud como responde el eco en la mon- taña, se ha oido en todos los ángulos de la tierra la voz venerable del Episcopado, nun- ca como hoy tan brillante, y nunca tan unido como hoy á la Sede Apostólica, que decía á sus fieles en nombre de Dios y del Papa: «¡El Liberalismo es pecado! Hijos míos, huid del Liberalismo!»; y, obediente á la voz de sus Pastores, una masa inmensa y refulgente de católicos, celosos de la gloria de Dios y de la salvación de sus hermanos, se ha lan- zado á la palestra, v, formando un coro uní- sono, ha repetido el grito del Papa y de los Obispos: «¡El Liberalismo es pecado! ¡herma- nos, huyamos del Liberalismo!» Y dentro de ese círculo dilatado y brillan- te de caridad formado por esa expresión que constituye la síntesis de toda la campaña, ¡qué riqueza de amor fraternall ¡qué derro- che de energía moral é intelectual! ¡qué va-

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