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— 198 — tecimientos que se desarrollan según las le- yes de la libertad humana unida á una gracia ordinaria de Dios; y, contando con estos da- tos, puede afirmarse que para barrer del mun- do el Liberalismo no hay otro medio que un diluvio de fuego y de sangre, que por otro nombre se llama Revolución. D.—He sido siempre de la opinión de us- ted. Y ¿qué juzga V., pues, de esa famosa Revolución de que se habla diariamente en la prensa, así como del estampido del último trueno y del fulgor del último rayo que ha de reducir todo á cenizas? M.—Esa Revolución ha de venir, y esa Re- volución está todavía lejos. He ¿ahí mi opi- nión. La Revolución ha de venir. El Liberalismo la lleva en sus entrañas como la nube la tor- menta, como la bomba la metralla, como la mar el oleaje. El mundo civilizado se halla colocado sobre una inmensa mina á la cual se le ha dado ya fuego. El estallido es infali- ble. Un medio habría para evitarlo y es anu- lar con una ley de intransigencia católica esa otra ley general de libertinaje, y eso no se hará, porque hay hoy en la sociedad, sobre todo entre la gente de ilustración superficial, entusiasmo, pasión, verdadero delirio por la libertad liberal; y porque eso no se hace ni se hará, el Liberalismo seguirá su curso, y producirá lo que necesariamente debe produ- cir, la Revolución. Esta conclusión es pesi- mista, pero, á mi juicio, es verdadera. Desde el momento en que apareció el Li- beralismo en Europa acudió la Majestad de

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