BCCPAM000R08-5-41000000000000

— 193 — 6.2 Finalmente, en todos los trabajos des- tinados á promover el avance óÓ la restaura- ción de las ideas católicas en su patria, sean sus únicos directores el Sumo Pontífice y los señores Obispos. Obediencia ciega al mandato,á la exhortación, á la insinuación del Sumo Pontífice, que es el Jefe del movimien- to católico en todo el mundo; y la misma obediencia á su Prelado diocesano en todo aquello que evidentemente (fíjese V. bien en esta palabra) no se halle en oposición con los mandatos, los consejos Ó las instrucciones del Sumo Pontífice, lo cual rarísima vez su- cederá. He ahí la norma de conducta cierta, infali- ble para el católico. Yo no puedo asegurar á V. que verán alborear la victoria las hues- tes católicas cuando se mueven en armonía con los mandatos de la autoridad eclesiástica. Los juicios de Dios son inescrutables; y co- mo por otra parte un siglo es para El como el día de ayer que pasó, podrá suceder que no vean los católicos obedientes el fruto ez- terior de su obediencia. Pero hay que tener presente, que Dios no manda á los católicos vencer sino luchar, y aun esto, no precisamente para defender á la Iglesia, que tiene asegurada por su palabra omnipotente su existencia y la victoria final, sino para cumplir con su deber. Además ¿cuál es el fín último que persiguen los católicos? ¿No es la gloria de Dios? Pues la gloria de Dios no siempre está en razón directa con los triunfos ruidosos del Catolicismo. A Dios se le glorifica obedeciendo sus mandatos, y

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz