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E > católicos culpables. Comprendemos que es fuerte en el hombre la pasión de la curiosi- dad, mucho más ahora, excitada como está por las manifestaciones del progreso; com- prendemos que se quieran saber todos los sucesos, y que se quieran siber pronto, y que se quieran saber bien; pero hay católicos ca- paces de faltar á su deber por el gusto de averiguar dos horas antes que los demás si canta Anselmi en Milán, si torea Joselito en Sevila, Ó si se llamaba Juana ó Maria la jo- ven que se suicidó, arrojándose delcuarto pi- $0 de su casa á la plaza de la Opera de París. 6. Finalmente, la suscnpción y lectura de periódicos, libros, folletos y revistas per- fectamente antiliberales, el trato frecuente con hombres reconocidos universalmente como de ideas sanas, y sumisos en todo á la Santa Iglesia; y, sobre todo, la pureza de la con- ciencia, y la mortificación de las tres grandes pasiones del hombre, que son la avaricia, la ambición y la sensualidad, son medios pode- rosísimos para conservar siempre resplande- ciente en el recinto del alma la lámpara de la Té católica. La fé procede de Dios. El hombre ño deja de creer la doctrina católica porque comiencen á parecerle débiles los fundamen- tos en que se apoya; lo que sucede es que corrompe voluntariamente su corazón, y en- tonces aparece el espectro de la incredulidad icomo un castigo de Dios. Para mantener ín- tegro el Credo no hav como ebservar el De- -cálogo.
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