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sa: LY e den de la caridad que nos debemos á nos: otros mismos y á nuestros prójimos. Comen- cemos por la primera, 1,2 Debe V. vivir íntimamente persuadido de que para conservar la fé, que es un don de Dios, es necesaria la gracia de ese mismo Dios, y que esta se consigue principalmen- te con la oración. Ore V. mucho, ore V. con humildad, ore V. sin cesar, que la comunica- ción con Dios es el origen de todos los bie- nes. Todos los herejes han comenzado por dejar de orar. Por consiguiente: * + * 2.” Señálese V. lo más pronto posible un plan de vida cristiana, cuyos principales artí- culos deben ser los siguientes: a) Confesión mensual, b) Comunión mensual, Cc) el rezo del Santo Rosario á la Santísima Virgen to- dos los días, d) ofrecimiento de obras por la mañana, e) exámen y hacimiento de gracias por la noche. En un siglo que cuenta con tantos elemertos para apagar la fé en las al- mas, esto es el minimum que puede pedirse á un católico que estime en algo esa fé y su salvación. Contentarse con oír Misa los días festivos y confesar una vez al año es (dada la imperfectísima disposición con que se eje- cutan esos actos, cuando se hacen raras ve- ces) como cubrirse con una gasa, para librar- se de un aguacero. Si V, quisiera aumentar los ejercicios aquí indicados, oyendo Misa todos los días y comulgando cada semana ó

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