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— 173 — Este mismo razonamiento debe V. aplicar á los diputados que oyen Misa y piden leyes liberales, á los ministros que asisten á las procesiones religiosas y presentan proyectos de persecución á la Iglesia, etc., etc. Ingénie- se V. si quiere en atenúar su falta, alegando su ligereza, la violencia de las pasiones, la fuerza de los compromisos adquiridos, ó en justificar subjetivamente su conducta apelan- do á su ignorancia, Ó á la rectitud de su in- tención, etc. Pero aún en el caso, verdadera- mente rarísimo, fenomenal y casi imposible (dada la luz que los Sumos Pontífices, los señores Obispos y los escritores católicos han derramado sobre estas materias) de que, mer- ced á una conciencia errónea, no sean esos señores culpables delante de Dios, una cosa debe quedar siempre en salvo, y es, que el profesar el Liberalismo, el ponerse volunta- riamente en peligro de caer en esa herejía, el propagarla, el procurar su entronización en las leyes, el leer producciones científicas Ó literarias donde se defienden errores libera- les, etc., etc., son acciones objetivamente ma- las, definitivamente malas, y que no pierden su malicia con el progreso del tiempo, ni de las ciencias, ni porque se las vea mezcladas con actos de piedad, ni porque goce de pres- tigio la persona que las ejecuta, aunque se halle investida de la autoridad eclesiástica. * La historia de la humanidad es la historia
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