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— 172 — litica. Ese señor es ministro activísimo y tra- bajador incansable en favor de un partido li- beral. Difunde sus periódicos, propaga sus ideas, alaba á sus personajes y en tiempo de elecciones se le ve recorriendo los pueblos con indecible entusiasmo recogiendo votos para sucandidato liberal. Pero al mismo tiem- po ¡cosa admirable! es el mayor limosnero de toda aquella tierra. No puede ver una nece- sidad sin remediarla; no puede ver una lágri- ma sin enjugarla. No roba, ni blasfema, es amigo de frecuentar la Iglesia y el que con más dinero contribuye á la esplendidez de las funciones religiosas. ¿Qué. debe pensarse de este fenómeno? Varias razones pueden excogitarse para ex- plicar la conducta contradictoria de ese se- ños. Puede proceder del afán de conquistar el aplauso popular, del deseo de autorizar su política con su aparente Catolicismo, de una inclinación natural y estética á los actos reli- giosos, de los compromisos de familia, del temor de aparecer ante el pueblo sencillo y creyente con la nota de ¿mpío etc., etc. De todos modos, el católico no está obligado á explicar todos los fenómenos psicológicos, que en estos tieinpos se han hecho tan estu- pendos y tan frecuentes como los de la natu- raleza. Le basta saber que es pecado el co- operar con el voto, con la influencia ó con el dinero, á que sean elevados al poder hombres que, por hallarse inficionados con la peste li- beral, se sabe que han de consolidar con su labor legislativa la existencia del Liberalisme en la nación.

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