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—- 171 — que por su certeza podriamos llamar un axió- ma, no pueden ser buenas. ¿Ve V. una señora muy devota, muy místi- ca, cuyo nombre aparece el primero en todas las obras de beneficencia, que tiene director espiritual y alimenta todos los días su alma con el Pan de los ángeles, y está sin embar- go suscrita á un periódico liberal, y encuentra sus delicias en su lectura? Crea V. que su viua espiritual es un conjunto de actos de hipocresía. ¿La cree V. incapaz de semejante ficción? Crea V. que su vida espiritual es pu- ra vanidad. ¿Tampoco es esa su pasión do- minante? Entonces debe V. pensar que es una ilusión, una necesidad de su naturaleza ó un alán de seguir la corriente. ¿Tampoco se encuentra aquí el origen de este fenómeno? Crea V. pues que ignora la malicia del peca- do que comete, cooperando al mal v ponién- dose en peligro de perder la fé. ¿Es ella inte- ligente y despejada, y es dificil, por consi- guiente, el suponerla ignorante de estas ma- terias? Entonces, deténgase V. coiño el filó- soío diciendo: «Aquí hay un misterio que yo no sé explicar, pero una cosa hay que decla- rar indiscutible, y es que la lectura, y mucho más la suscripción á pe:iódicos liberales está prohibida. » Otro ejemplo. Hay en la comarca donde V. viye, un señor de cuantiosas riquezas, ca- cique del valle y de gran significación polí-

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