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— 162 — la cual llamo la atención de V., y con la que daré fin á esta cuestión de la tésis y la hipó- tesis. Es la de que para muchos católicos en la práctica es más importante la defensa de sus intereses materiales que la defensa de la religión. Un atentado diplomático ó violento contra los derechos de la Iglesia, un proyecto ini- cuo de ley contra las Ordenes re'igiosas, un atropello brutal cometido en un ministro de Dios, una revolución preñada de crímenes, profanaciones é injusticias no llegan á impre- sionar el sistema nervioso de muchos católi- cos. Lamentan esos sucesos, es cierto, pero si les oye V. lee V. sus periódicos, hallará V. intercaladas, entre sus vocablos de indig- nación y protesta, frases de prudencia, com- pasión y conformidad, como si se tratase de hechos que son necesarios, fatales, nacidos de las mismas entrañas de la civilización, y cuya represion material es imposible, sino se quiere renegar de ella. Pero ¡desgraciado del bárbaro que con la tea incendiaria se dirige á destruir el templo eatólico, si cambia de camino, y, sin dejar la tea de la mano, avanza con paso resuelto ha- cia sus palacios para reducirlos á polvo. To- do cambia entonces de aspecto. Su literatura, su lenguage, sus articulos, sus informacio- nes, sus acciones y sus palabras todas rebo- san entusiasmo y energía, vomitan fuego, destilan sangre. Allí no aparece la famosa pa- labra «prudencia» por ninguna parte.» La so- ciedad está en peligro, gritan; es necesario que nos agrupemos todos los hombres de

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