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— 159 — la sociedad, la defensa debe ser heróica, de- jando perecer todo, las riquezas, las comodi- dades, la gloria y la misma vida antes que ermitir que se rompa ese lazo sagrado de la fe, y quede el pueblo incomunicado con Dios que es de quién únicamente necesita para perfeccionarse, como ha necesitado para existir». He aquí el lenguaje propio del católico en estos últimos tiempos de lucha continuada y colosal. Por aquí verá V. lo inexplicable que resul- ta la conducta de esos católicos que aprue- ban Ó se conforman con que en casi todas las naciones se haya cedido la unidad reli- giosa, sin más motivo que el que unos cuan- tos disidentes (que parecen muchos porque gritan mucho) lo hayan pedido, produciendo perturbaciones materiales ó amenazando con ellas. ¡Ver con buenos ojos el que se renun- cie á se haya renunciado á la unidad religio- sa, fuente inagotable de bienes morales, in- telectuales y aún materiales, por temor á un grupo de dos, cuatro ú ocho mil sectarios, para contener á los cuales bastaria un coro- nel al frente de su regimiento! ¡Ah! ¡qué dis- tinto modo de ver las cosas tenían nuestros padres! ¡Qué profundo conocimiento tenían de la Religión católica, y de su inmensa im- portancia para ei tiempo y para la eternidad, cuando un ejército de medio millón de com- batientes, invadiendo el suelo de la patria, no era bastante á hacerles perder la serenidad, ni menos titubear en sus propósitos! Su plan £rasiempre el mismo, simple v al mismo

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