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— 156 — Las costumbres y las leyes del mundo ci- vilizado 'levan una tendencia marcadísima á la suavidad y á la clemencia. Esta cualidad, que es fruto del Cristianismo, ha sido adul- terada por el Liberalismo, que se ha empeña- do en aplicarla con exceso al ejercicio de la justicia vindicativa, sin tener en cuenta que desde el momento en que las infracciones de la ley quedan impunes, entran las naciones en el periodo de su decadencia. Pues bien, de esa suavidad y dulzura reñi- das con las exigencias severas de la verdad se han contagiado muchos católicos al tratar- se de defender la unidad religiosa. Un cho- que entre católicos y anarquistas ó socialis- tas, del cual ha resultado muerto quizá algu- no de los contendientes, una reyerta san- grienta entre un hijo de la Iglesia y un pro- testante, una procesión interrumpida merced á una algarada revolucionaria, un grito de ¡Muera la religión! bastan para aterrar á esos católicos, y para hacerles exclamar dirigién- dose á los defensores de la tésis: <¿Lo han visto Vds.? que no, y que no. No hay que em- peñarse en lc imposible. La libertad liberal es cosa mala, pero los tiempos la imponen. No hemos de vivir los hombres siempre en gue- rra como tirios y troyanos». Esto es simplemente ignorar qué es el Ca- tolicismo, cuál es su programa, de dónde viene, á dónde va, en qué ambiente ha de vi- vir y con qué elzmentos ha de luchar. El Ca- tolicismo es la verdad y esla virtud, y por serlo, ha tenido y debe tener siempre por enemigos á los que lo son de estas dos co-

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