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e TES humildemente á esa declaración, acomodando- á ella todos los trabajos de acción católica. Los discursos, las manifestaciones, lus mee- tings, los libros, folletos y periódicos, el len- guaje hablado y escrito, todo debe ir infor- mado de ese acento robustísimo propio de un cuerpo que en la nación representa la in- mensa mayoría. Por eso faltan gravemente á sus deberes de católicos esos escritores que en una na- ción cualquiera, puesta evidentemente en la cumbre de la tésis católica, sea porque así lo demuestra el insignificante número de los di- sidentes, sea porque la Iglesia ha hablado so- bre el particular, continúan derramando so- bre la nación escritos impregnados de espiri- tu de tolerancia, redactados con una literatu- ra endeble y enfermiza, donde se encuentran repartidas con profusión expresiones como estas: «Sí, el plan de Vds. ya se vé, es una gran síntesis. Eso es lo mejor y nosotros tam- bien lo deseamos; pero los tiempos.... pero las circunstancias... pero la época...!> Los que hablan así desobedecen la voz del Vicario de Jesucristo en materia grave. ¿Han consegui- do los enemigos de la religión implantar por medio de la fuerza ó del engaño una hipóte- sis legal y artificial contra la voluntad de la inmensa mayoria del pueblo, y continúan manteniendo ese estado de cosas por medio de la adulteración del sufragio universal? La- méntense esos dos hechos, pero decir á la nación, fundándose en ellos, que ha llegado á la hipótesis y que el estado de tésis, que es el mejor, tardará en volver, y que se confor-

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