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Ar rar allí al dios que ha elegido. Nosotros los católicos seguiremos nuestro camino, firme- mente persuadidos de que la Iglesia, de la cual vivís hoy alejados, os ha de atraer algún día á su seno maternal con la fuerza de la verdad.> D.—No parece sin embargo con eso sufi- cientemente justificada la conducta del Jefe del Estado, pues elige un mal moral gravísi- mo, para conseguir bienes materiales, como son la paz, la normalidad en las manifesta- ciones de la actividad humana etc. M.—Verdad es que son bienes materiales, pero de tal transcendencia, que sin ellos la so- ciedad como tal no podría existir. Además que una lucha material y continuada en esas condiciones con los enemigos de la religión, cuando su número es exorbitante, daría oca- sión á innumerables pecados, y sería causa de que la misma Igl-sia no pudiese desenvolver tranquilamente en la nación su acción espiri- tual y civilizadora. Todas estas razones no son sin embargo suficientes para justificar una ayuda y pro- tección positiva á las sectas disidentes, por- que nunca se puede hacer un mal moral para conseguir un bien ni moral ni material. Pere aquí no se trata de hacer un mal, sino sim- plemente de tolerar el que los demás lo ha- gan; y esto es lícito cuando hay causa pro- porcionada. Co.no aquí el mal es gravísimo, la causa para toerarlo debe ser gravísima también, y solo debe cederse aquel terreno que no se puede defender; de modo que no es lícito extender la tolerancia á una nrovin-

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