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ra Prosigue la misma materia D.—Es en verdad refrigerante la doctrina de V. Sumergido en esa sociedad adornada y, al mismo tiempo orgullosa, con las galas que Dios ha puesto en la creación y que ella ha descubierto; en esa sociedad en quien una conquista enciende el deseo de otras muchas, y que, en consecuencia, vive en perpetua agitación, no oyéndosele otra palabra que Progreso, prugreso y más progreso, llega á sentir uno la necesidad de orearse, saliendo de esa atmóstera cargada de vapor, para as- pirar en las cumbres de la filosofía el aroma purísimo de esas verdades transcendentales. M.—Ellas son las que sostienen el edificio social, creame V. El dia en que ellas desapa- reciesen, ese edificio se derrumbaría con es- truendo; y entonces verían con sus propios Ojos esos hombres tan pagados del progreso y de los adelantos modernos, dónde estaban los cimientos que lo mantenían en pié. To- dos los prodigios que se han hecho brotar de las ciencias experimentales y exactas cons- tituyen un insigne trofeo de la sociedad mo- erna; pero pretender que la sociedad viva e eso, es como querer que el arbo! viva de
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