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TO re V. el estado social de esos pueblos donde, gracias á la libertad liberal, hay elevado un panteón para dar culto á todos los dioses y miles de cátedras para propagar toda clase de doctrinas, por irreligiosas que sean, con ana nación católica que no tenga más que un altar, el de Jescuristo, y una sola cátedra, la del Catolicismo, y póngase V. luego á medir la altura que marcan ambos pueblos en el termómetro de la moralidad. ¿Dónde es más espontánea la obediencia á las leyes? ¿Dón- de está más asegurada la santidad del tála- mo conyugal? ¿Dónde vive el sexo debil con menos peligro de ver atropellado su honor? ¿Dónde son menos frecuentes los asesinatos, infanticidios y parricidios? ¿Dónde es más respetada la propiedad individual? ¿Dónde es menos profunda la llaga del pauperismo? ¿Pónde son más raras las alteraciones del erden público? ¿Dónde es menor el número de esos hombres que, perdidas la fé y la es- peranza religiosas, se hasfíau de la vida, y acaban por desesperarse ó suicidarse? ¿Dón- de vive el ciudadamo más seguro de no ser aefendido en su hacienda, en su honor ó en su vida? He ahí la civilización y el progreso que dignifican á ias naciones. Todo del lujo del desarrollo en la industria, en el comercio, en las ciencias naturales, en el arte de la gue- rra, en la facilidad de las comunicaciones, etc., etc., no son sino almenas gigantescas para conservar y defender ese edificio. Pues bien, la histeria contemporánea de- muestra con datos irrebatíbles que las nacio- nes intransigentes con el error en materia re-

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