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— 136 — bordinados en la sociedad los bienes del cuerpo y los bienes del entendimiento. He aquí exactamente delineado el camino que debe seguir el Jefe del Estado. Su labor no es otra que procurar principalmente la mayor perfección posible en la observancia externa (fijese V bien en esta palabra) del orden moral, ordenando á este fin todos los medios de fuerza material que la autoridad pone en sus manos. Donde acaba el Estado comienza la Iglesia. La Iglesia toma á esa sociedad riea, inteligente y observante de la ley, añade á su ilustración natural el conoci- miento de las verdades religiosas, convierte por medio de la doctrina y de la gracia de Jesucristo ese cumplimiento externo de la ley en verdaderas virtudes interiores, y, así santi- ficada y embellecida esa sociedad, la impele suavemente hacia Dios. $ Ka Ahora bien, ¿cumple el Gobernante con esa gravísima obligación tolerando en su na- ción el ejercicio público de los cultos falsos, ó la propaganda de doctrinas anticatólicas? Es evidente que no. Donde está vigente esa tolerancia la verdadera religión Ó se amorti- gua Ó desaparece, y no habiendo verdadera religión no hay moralidad, y donde no hay moralidad no hay felicidad. Para que se convenza V. de la verdad del segundo miembro de ese sorites, extienda V. la vista por las principales religiones fal-

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