BCCPAM000R08-5-41000000000000

e Fo se apoya, que con facilidad puede compa- rarse, no á los principios primarios, pero sí á los principios secundarios de la moral. Y co- mo la aceptación de esa religión es para la so- ciedad cuestión de vida ó muerte eterna, sígue- se que una vez que la inmensa mayoría de los ciudadanos ha llegado á tomar posesión de la verdad católica, debe hacer el Jefe del Es- tado que esa religión pase á la categoría de ley del reino, prohibiendo el ejercicio públi- co de todas las demás. ¿Que hay en la na- ción unos cuantos individuos que no creen en ella guiados por una conciencia ¿nvenci- blemente errónea? Dificil es concebir este fe- nómeno en una nación sumergida dentro de la luz del Catolicismo. Si en realidad existe, su conciencia los salvará delante de Dios; pero el Jefe del Estado no es juez de las con- ciencias, sino de los actos externos, y, si es- tos son contrarios á la verdadera religión, debe prohibirlos. De otro modo él sería res- ponsable de la perdición de innumerables almas, y quizá de que esa re:igión desapare- ciese para siempre de la Patria.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz