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— 127 — civil que, aunque adicta quizá á la Religión verdadera, no puede reprimir los actos ex- ternos de la otra sin exponer la nación á gra- vísimas perturbaciones. Esto es lo que se lla- ma estado de hipótesis La verdad católica avanza derribando los altares de los ídolos y abriéndose paso en to- das las inteligencias y en todos los corazo- nes, y, atraida irresistiblemente por la verdad y empujada por la gracia, ya es la inmensa mayoría de los ciudadanos la que está arro- dillada al pié de la Cruz, de modo que, sin grave inconveniente, puede la potestad civil imponer silencio á los que viven alejados de ella, Ó se burlan de sus adoradores. He aquí el estado de tesis. El enemigo antiguo reacciona, sacando á luz ideas que parecían sepultadas para siem- pre, Ó aparece un enemigo nuevo trayendo una nueva religión ó pretendiendo destruir la antigua, para sustituirla con el indiferentismo Ó la impiedad, y los hijos de aquella nación, culpables quizá de enormes pecados contra el Dios que los hizo grandes, se adhieren nuevamente al error, apostatando en tan gran número, que se hace imposible su represión exterior, so pena de gravísimos males. He aquí otra vez la hipótesis, que podríamos llamar decadente. La religión de Jesucristo vá perdiendo te- rreno, no debido precisamente á la activa propaganda de los impíos, sino 4 que ha lle- gado la hora de que Dios imponga á la na- ción en castigo de sus ingratitudes la mayor pena que puede imponerla, que es ausentar-

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