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> pa todas las riquezas que ostenta en su superfi- cie y encierra en su seno, el ave que regoci- ja la selva con sus trinos armoniosos, la cas- cada de plata que se despeña sobre arenas de oro, el torrente que se precipita, el rayo que ilumina la atmósiera, ía fiera que ruge en el desierto, el huracán que brama en el bos- que, las nubes que atraviesan como fantas- mas el ancho firmamento, el océano que ele- va hasta el cielo sus olas y su inmenso cla- mor, y, cubriendo todo este anfiteatro, como si fuera un elegante pabellón, ese cielo azul recamado de piedras preciosas, cada una de las cuales es un mundo tan grande y tan be- llo como el nuestro, y más arriba dos nacio- nes de bienaventurados una de ángeles y otra de hombres justos, hermanos nuestros, y sobre :odo este universo material y espiri- tual conservándole el ser y la vida y bañán- dole de apacible claridad el Grande, el In- menso, el Omnipotente, el Dios Trino y Uno de cuyo seno ha salido. Todo eso es de los cristianos. Todo eso no es otra cosa sino magníficas posesiones de la Iglesia La frase es atrevida, pero Dios en su incompresible amor ha querido que sea exacta. Extienda V., pues, con entera l'bertad su vuelo por ese océano de luz, de colores y ar- monías, midiéndolo todo á todo lo largo, á todo lo ancho y átodo lo profundo, y la Iglesia no solamente no le saldrá al paso pa- ra detenerle en su carrera, sino que le anima- rá en ella, enseñándole prácticamente á ele- var su vuelo á mayor altura, como hace el águila con sus polluelos.

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