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— 119 — menos participante en la gestión de las cosas públicas; tanto menos cuanto que en ciertas ocasiones, y, dada una legislación determi- nada, puede esta intervención, no solo ser provechosa, sino aún obligatoria á los ciuda- danos». D.—¡Terminante es el texto y extraño pa- rece que echen mano todavía los enemigos de la Iglesia de esa objeción! M.—Esa es su historia, repetir siempre los mismos errores, aún sabiendo que lo son. Por fortuna aquí la fuerza de la verdad se impone, y la circunstancia de que oigamos siempre en Europa el grito de ¡Viva la repú- blica! en las puertas del templo, al paso de una procesión ó de un Prelado, ó en contes- tación al grito de ¡Viva la Religión Católical nos da la seguridad de que no es una forma de gobierno lo que ellos pretenden implantar, sino el reinado de la revolución y de la he- rejía; y la Iglesia, que predica la obediencia á la ley y la sumisión á la palabra divina, no puede pasar por eso. Sería negarse á sí mis- ma.
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