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— 118 — jos por medio de la propaganda liberal, pro- ducir en ellas una completa apostasía del Dios de los cristianos es impusible, sin derri- bar antes el trono del rey. Extraña parecerá á V. esta afirmación, pero la historia demues- tra que es verdadera. Por eso en Europa la Masonería trata de engañar al puebio, diciéndole que es sobera- no y que, si hoy no ciñe corona, es porque la Iglesia, amiga de los reyes, es enemiga de que él participe del poder, y esto es falso. Porque ¿cuándo ha prohibido á nadie la Iglesia el ser republicano? ¿No ha tratado y trata hoy amigablemente con casi todas las re- públicas hispano-americanas, reconociendo, por consiguiente, no el Liberalismo, pero si la legitimidad de aquellos gobiernos? ¿No es la Iglesia la que cien veces ha lanzado el ra- yo de sus castigos contra los reyes que no han cumplido con su deber? ¿No fué un Pon- tífice Romano quien levantó en Roma un mo- numento al republicano García Moreno? Y si estos y otros hechos no bastasen á decla- rar el sentir de la Iglesia sobre esa cuestión, ahí están las palabras de León XIII quien di- jo solemnemente al mundo en una de sus admirables Encíclicas: «Según lo cual, juz- gando rectamente, cualquiera verá que entre las varias formas de ¿gobierno, ninguna hay que sea en sí misma reprensible, como que nada contiene que repugne á la doctrina ca- tólica; antes bien puestas en práctica discre- ta y justamente pueden todas ellas mantener al Estado en orden perfecto. Ni tampoco es digno de censura que el pueblo sea más 0

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