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— 116 — famosas, grandes riquezas é inmenso pode- río, dificilmente se resignarían á cambiar de forma de gobierno. El viejo pendón, aún es- tando en pugna con sus inclinaciones primi- tivas, sería para ellos quesidísimo por ser el tradicional; y es probable que ni una nación dotada de fuerza doble mayor conseguiría arrebatarles su bandera, Ó pagaría cara su pretensión. Después de establecido y propagado el Cristianismo estas son las razones principa- les que determinan la elección de una jorma determinada de gobierno. D.—Y ¿dice V. que todas son para la Igle- sia igualmente aceptables? M.—Exactamente. Esa Divina Institución tiene por fín guiar al género humano hasta Dios, y para esto, lo único que necesita es que se guarde el orden religioso y el orden moral. Que ese soberano de una, de dos ó de cien cabezas reconozca que tiene en el cielo otro Soberano más poderoso y que manda en él; que confiese que la Iglesia es órgano de su voz, y tiene derecho por consiguiente á ser obedecida; que respete los Concordatos si algún día llega á celebrarlos con ella, que no penetre en el templo á usurpar derechos que no le corresponden, que preste la debi- da reverencia á los Ministros de Dios, que deje al pueblo católico realizar pacíficamente los actos externos de su culto y defienda esa santa libertad si alguna vez tuviera necesidad de defensa, que reprima las manifestaciones contrarias á la Religión Católica, á no ser que por declaración de la misma Iglesia se hallase

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