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— 111— voluntad del hombre oscureciendo el primero y debilitando la segunda. Aún los que niegan el dogma se ven obligados á reconocer el hecho, que una triste experiencia hace evi- dente. De esas tinieblas del entendimiento y de esa flaqueza de la voluntad se sigue que en un pueblo que nace á la vida política, cuzndo se trata de adoptar una forma de go- bierno que lo ponga á salvo de las revolu- ciones de abajo y del despotismo de arriba, se reunen los hombres más emi..entes de la nación, y, reconociendo cada cual Su propia insuficiencia, juntan en un haz el caudal de luz y de energía repartido en todos ellos, á fin de que dé por resultado la fuerza suficien- te para llevar al pueblo hasta la cima de la prosperidad y de la gloria, y la suficiente cla- ridad para que no se desvie del camino, ni tropiece en él, Es decir que en el gobierno republicano los hombres se juntan para ver más, y se juntan con la expresa condición de que han de alternar en el poder, á fin de que ninguno de ellos, ofuscado con el brillo de la corona, se imagine un dios, y se convierta en verdugo de los otros. Esta es la razón funda- mental de la formación de las repúblicas. No hay medio; los pueblos que lievan en su fren- te el estigma de la malcición de Adan y no se hallan sometidos al saludable influjo de la Iglesia, ó deben adoptar la forma republicana de gobierno ó han de resignarse á permane- cer estacionados en el camino del progreso, y, lo que es peor, á oir sobre sus espaldas en el fondo de la oscuridad el chasquido del lá- igo de un déspota,

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