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— 107 — das las filosofías dignas de este nombre, y sabemos que Dios bajó del cielo y obedeció á las potestades de la tierra. Nadie se envile- ce uniéndose á Dios, porque el género huma- no que ha brotado del seno de la Divinidad recibiendo de Ella el ser, continuará recibien- do todas las demás perfecciones para embe- llecer ese mismo ser, sino se separa de Dios por medio de la rebelión. Además el hombre caminando por la observancia de la ley llega á encontrarse con Dios y á poseerlo por toda la eternidad, que es la mayor dignidad á que puede aspirar un ser creado. La desobedien- cia es la miseria y la esclavitud. ¡Servir á Dios, guardando la ley, es reinar! D.—¿Y qué me dice V. de las formas de gobierno? M.—Desde el momento en que vemos una multitud de hombres que se dirigen á un so- lo fin, surge en nosotros la idea de un direc- tor que señale el camino y dirija el movi- miento. Ese concepto se forma en noso- tros con la misma naturalidad que cuan- do vemos un ejército en la llanura Ó una armada en las aguas del océano. La multitud lo mismo en los seres materiales que en los espirituales no llega jamás á la unidad sino porque realiza una sola idea, obedeciendo á un solo jefe. Ahora bien, el fin de la sociedad civil es el bien común externo moral, intelec- tual y material. Necesita pues para conseguir-

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