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SET De lo que no es ni liberalismo ni pecado (Conclusión) D.—Veo en esta cuestión que está V, re- solviendo otras dos, no sé si razones ú obje- ciones, tras de las cuales se parapetan mú- chos liberales para justificar su actitud de oposición á la doctrina católica. Es la pri- mera el odio al absolutismo y á la tiranía, y la segunda el amor á la libertad en la elec- ción de formas de gobierno. «Somos libe- rales, dicen algunos, porque condenamos la arbitrariedad y la opresión, y reclamamos más respeto á la dignidad del hombre.» <So- mos liberales, añaden otros, porque aborre- cemos la forma monárauica de gobierno, en la cual un hombre absorbe todo el poder y veinte Ó treinta miilones se arrastran á sus p'és convertidos en parias y servidores su- yos. El hombre debe estar tan alto, que no le alcance e! látigo del tirano, y rodeado de tal aur:ola de honor, que pueda ostentar en su mano el cetro de la autoridad. «¡Abajo pues los déspotas! y ¡viva la república!» He ahí condensada mi observación, y puesta en bo- ca de muchos liberales. ¿Qué responde usted á esto? ¿Es tambien esa la doctrina de la

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