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= YU legráfico portador del rayo, el automovil que vuela en la carretera, el ferrocarril que abra- za el mundo, recorriendo esa cinta de hierro llamada via férrea, etc., etc. y no solamente los bendice, sino que los utiliza para llevar en ellos la palabra divina que ella vino á de- rramar en el mundo. Observe V., además, que los hijos de la Iglesia, sin malquistarse con ella ni renegar de su fé, han brillado en el campo de las ciencias naturales tanto ó más que sus enemigos; que, cobijados bajo el arbol de las creencias católicas, tenemos excelentes astrónomos, físicos, matemáticos, geólogos, mecánicos, etc. etc., etc. La eviden- cia de esta verdad es tal que la enumeración de «sos hombres eminentes se ha convertido en un lugar común de mal gusto. Baste citar los nombres de Amperé y el P. Sechi. Todos los secretos de la creación temblaban cuando cualquiera de estos dos sabios tomaba la pluma en la mano. ¿Es esto oponerse al mo- vimiento científico? ¿No es por el contrario fomentarlo y ponerse á la cabeza de él? D.—Es verdad, pero, ¿y los dogmas? ¿Esa inamovilidad, ese estancamiento en que los mantiene la Iglesia Católica en medio del movimiento general? + M.—No puedo negar á V. que respecto de la doctrina existe en la Iglesia una absoluta

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