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US desesperación, todos los problemas religio- sos, cuya solución está hoy, gracias á la Igle- sia Católica, al alcance de cualquier niño. La humanidad, hambrienta de lo que necesita esencialmente para vivir, se cuidaria muy po- eo de los inventos modernos, como la madre se cuida poco de sus galas cuando no en- cuentra en casa pan para sí ni para sus hijos. . D.—Es cierto cuanto V. dice. Y ¿cómo es que, á pesar de todo, la impiedad presenta á la Iglesia como opuesta al progreso de la ciencia? M.—Esa acusación es una calumnia pro- palada por quien, al parecer, vive de-calum- niar. La Iglesia no está reñida con los ade- lantos modernos, por maravillosos que sean, ni tiene por qué temerlos, pues está segura de que ningún descubrimiento científico ha de derribar ni hacer temblar el edificio de ver- dades que ella sostiene. Por eso se ve que á esa prodigiosa explotación que de ¡as leyes naturales viene realizando hoy el mundo, asiste la Iglesia Católica con la misma tran- quilidad imperturbabie con que un empera- dor vería á sus vasallos extraer de las minas de su reino corpulentos filones de plata ó de oro. No solo eso, sino que ella se acerca y bendice con su mano sacrosanta cada uno de los tesoros que el hombre va sacando del fondo de la creación. Bendice el telescopio que encuentra mundos desconocidos en el firmamento, el microscopio que encuentra otros mundos entre el polvo de la tierra, el buque que hiende las aguas, el aeroplano que se cimbrea en la inmensidad, el hilo te-

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