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e 0 OS naba y que le valió el sobrenombre de Le Cheval. » Jamás he visto triunfo tan magnífico de la gracia. Gloria sea dada a Dios y a María Imaculada, su madre y nuestra.» Mas en medio de estos triunfos, el valeroso atleta contemplaba desde la Cóte-Pavée el inmenso horizonte que se extendía ante su vista: el llano, las montañas, Francia, el mundo entero. ¿Qué campo sería bastante para apagar el fuego de su apostólico pecho? Cada vez se sentía más impulsado a lanzarse al mundo, para correr de victoria en victoria tras la conquista de las almas. e A

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