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0 sito para un Convento, dada la gran distancia que le separaba de la ciudad y sobre todo la mucha hume- dad del suelo. «Acudimos llenos de confianza a María Santísima —dice el P. María-Antonio—y vino en nuestra ayuda. Los hombres se habían equivocado, pero Ella lo arregló todo, siendo por lo tanto María la verdadera fundadora del Convento de Capuchinos de Tolosa. »Sobre un montecillo que domina a la ciudad en el barrio que lleva el nombre de Cóte Pavée-Montauban, existía un jardín bastante extenso, propiedad de un antiguo marino. En medio de la posesión y cerca de un pozo de agua fresca y abundante había levantado el cristiano propietario un altarcito, que ostentaba en gruesos caracteres estas palabras formadas de con- chas marinas: «A Ntra. Sra. de la Guarda, gratitud y amor.» Era tierno recuerdo a María, Reina de los mares, que le había salvado de una espantosa tempestad. »Precisamente antes de salir de Marsella, había. mos tenido la inspiración de visitar el tan venerable santuario de Ntra. Sra. de la Guarda, con el fin de encomendarle la misión que motivaba nuestro viaje a Tolosa. Así es que el encuentro de aquel pequeño monumento, levantado a María, fué para mi una reve- lación. Comprendí que la Virgen nos quería en aquel lugar y que Ella misma se encargaba de allanar las dificultades para sacarnos con bien del inextricable laberinto en que nos habíamos metido.» Todo se arregló, en efecto, y tan pronto, que aquel mismo día adquirimos el jardín de Ntra. Sra. de la Guarda en la Cote-Pavée. Poco después dieron co-
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