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= o que escogiera terreno conveniente donde se pudiera edificar el Convento. Llamóles cierto día el P. Jerónimo, Guardian de Marsella, y les dijo: «Aquí tienen la obediencia del P. Provincial, para que vayan juntos a Tolosa. La Pro- videncia les ayudará en la obra de la fundación, y San Antonio que predicó allí no podrá menos de auxiliar- les.» Emprendieron inmediatamente el camino, y una vez en Tolosa, fueron a postrarse ante la célebre reli- quia de San Saturnino, que guarda la ciudad. Momen- tos después se encontraban en presencia de Monseñor de Arbou, quien alentado con la aprobación y consejos del señor Arzobispo de Tolosa, costeaba la mayor parte de Jos gastos. «He aquí, —dijo el P. María-Antonio—los dos hijos que el Señor os envía. Vea la obediencia del P. Pro- vincial. En ella nos dice: «vayan con el mérito de la Santa obediencia y la voluntad de Dios a nuestro Convento de Tolosa.» Este Convento no existe toda- vía, ¿qué vamos a hacer sin poder cumplir la obe- diencia?—No temáis, hijos míos, —dijo sonriendo el Prelado.—Todo quedará pronto arreglado. Llamó a uno de sus criados y le mandó preparar un coche.— Venid ahora conmigo: vamos a recorrer juntos la ciudad: vosotros examinaréis bien los terrenos, y donde encontréis un lugar que os parezca a propósito, mandaré parar el coche y lo compraremos. Al poco rato se detenía el carruaje ante un pequeño edificio, situado cerca del convento de Recoletos, y algunos días más tarde vivían ya nuestros dos reli- giosos en él, por más que todavía no lo habían desalo- Jado los inquilinos que lo habitaban.
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