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A 8 AA ZA ¿a UR EE > SS según los directores de mi conciencia, tiene dos fines: Primero, la santificación de mi alma mediante la abnegación y la obediencia más completa, y segundo la santificación del prójimo mediante mi propia san- tificación.—«Parece que Dios os tiene destinado— me han dicho—para implantar la Orden Capuchina en la diócesis de Tolosa: con ese fin, sin duda, os ha preparado, haciéndoos vivir tantos años en el mismo Tolosa y en San Gaudencio. Allí os sembró, allí cre- cisteis y allí habéis dado los primeros frutos. Dios— prosigue el Santo—ha comenzado ya a realizar el primero de los fines, pues me ha colocado en el ver- dadero camino de mi santificación. En cuanto a lo segundo, me abandono por completo a la Providencia; pero lo que me impulsa a esperarlo como cierto, es este presentimiento que no puedo desechar; la gran repugnancia que siento para emprenderlo, a causa de las dificultades y fatigas que preveo; y por último, la frialdad con que los Superiores parecen mirarlo, pues Dios no quiere que lo que es verdaderamente bueno y útil, venga de los hombres sino de El. En efecto, todo vino de Dios y precisamente en el momento en que el nuevo profeso mejor preparado estaba para emprender la obra. Las negociaciones, entabladas hacía largo tiempo, entre el P. Lorenzo de Aoste, Provincial, y Monseñor de Arbou, Obispo dimisionario de Bayona, retirado entonces en Tolosa, dieron por fin buen resultado, pasando a ser ya un hecho la fundación de los Ca- puchinos en dicha ciudad. En consecuencia el P. Pro: vincial creyó oportuno enviar al P. María-Antonio con un hermano converso, llamado Fr. Tomás, para

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