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causó en su hermano de usted cierta impresión, muy natural a su edad. Pero desde el momento en que tuvo la dicha de reconciliarse con Dios y recibió los Sacra- mentos, se reanimó su decaído espíritu y perma- neció tranquilo hasta el último suspiro. Ha muerto muy resignado con la voluntad de Dios, prefiriendo ir a gozar de la felicidad de los Santos, merecida con la resignación de sus muchos sufrimientos, que pro- longar su vida en este valle de lágrimas.» Tan fatal noticia, recibida en el mismo instante en que iba a ser crucificado por su profesión religiosa, le hizo padecer toda la Pasión de Jesucristo. El recuerdo del que llamaba «mi dulce mártir» quedó para siempre impreso en su alma, y sobre el retrato tantas veces bañado con sus lágrimas trazó con mano temblorosa por la emoción estas palabras: Frater meus bellator fortis et suavis victima, «mi hermano, soldado intré- pido y víctima olorosa», Escribió después a sus padres, con el fin de conso- larlos, anunciándoles cómo los Superiores le dedicaban ya al ministerio de la predicación. «La mies no puede ser más abundante, les decía, y yo no basto para reco- gerla toda. El día es demasiado corto y será necesario detener al sol, como Josué, para terminar la victoria; tantos son los enemigos que caen heridos por las encendidas flechas que arroja por mi boca el dulce Corazón de Jesús. »Mi apostolado fuera del Convento—les dice en otra parte—comenzó ya el mismo día de mi profesión, y desde entonces no lo he vuelto a interrumpir. Quedé de familia en el mismo convento de Marsella, y apenas había pasado un mes, cuando me hicieron predicar ir A dt A E

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