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DT «Angel custodio», escribía a su familia dándoles las primeras noticias «aquí estoy entre ángeles», y refi- riéndose al retrato de su padre que había llevado con- sigo, les decía: «Este retrato me representa a toda la familia, que es, después de Dios, lo que más amo sobre la tierra: lo tengo siempre delante, y al besarlo me parece teneros a todos entre mis brazos.» Era el último día de mayo, cuando entró en el Santo Noviciado, y el 13 de junio, fiesta del gran Taumaturgo de Padua, recibió el hábito capuchino, siéndole impuesto el nombre de María-Antonio. nom- bre que tuvo siempre por providencial, amándolo mucho más al saber que uno de sus tíos, capuchino también antes de la Revolución, había llevado el nombre de Juan Antonio. Preparado como estaba por las pruebas y virtudes que había practicado en el mundo, pudo gustar en el Noviciado las delicias de la soledad, donde entregán- dose de continuo a la oración recibió del cielo gracias singularísimas, cuyo secreto dejó penetrar más tarde, para instrucción y aprovechamiento de las almas que dirigía. «Poco después de haber tomado el hábito—escribe él mismo, —recibí un favor insigne por mediación de San Antonio de Padua. Envidiaba yo la felicidad que había tenido el Santo al ver y contemplar a Jesús tan de cerca y le suplicaba me hiciera participar algo de su dicha; no recibiendo al divino Niño en mis brazos, pues bien conocía era indigno de tal gracia, sino haciendo que su presencia se hiciera sensible a mi alma. Estando cierto día en esta oración, oí una voz interior que me decía: «fácil es alcanzar lo que me

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