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— 6 bras: «Al entrar al noviciado no se compromete en manera alguna mi porvenir, porque el porvenir de un hombre no se compromete sino cuando se falta a Dios y a la conciencia. No conozco sino dos cosas sobre la i i tierra. La oración y la obediencia. Oro, obedezco, y ; por lo tanto estoy completamente tranquilo.» Movido de su ardiente amor hacia la Reina del cielo, no se contentaba con hacer entrega absoluta de su vida; quería también dar a San Francisco el San- tuario donde tan milagrosamente había recibido el A —> llamamiento de su vocación. Mas los Superiores, a fin de evitarle todo peligro de voluntad propia, le o abren las puertas del Noviciado con la condición ex- presa de abandonar completamente cualquier pro- yecto para lo futuro. La víctima, aunque suspira ante el sacrificio que se le pide, está pronta a obedecer, y el futuro novicio escribe por última vez al padre Provin- cial: «Ahora no pido al Señor sino que me conceda la 15 gracia de veros pronto, de arrojarme a vuestros pies, de perderme entre los brazos de vuestro amor pater: ; nal, de descansar sobre vuestro corazón, que es para mí como el corazón de Jesús y de San Francisco de Asís. De hoy en adelante me podéis considerar como vuestro. Hablad, pues, que vuestro hijo escucha, Decidme qué debo hacer y a dónde he de ir.» Todo el negocio de su vocación permaneció en secreto para la mayor parte de los que le conocían, si exceptuamos algunos de sus más íntimos amigos. El señor Compans, que fué uno de los primeros en cono- | cer sus proyectos, recordando que pocos días antes se había tenido que bajar nuestro buen Coadjutor dél púlpito sin poder terminar el sermón, le dijo al recibir

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