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Gar Es | h 4 ñ , > más tenacidad. Para resolverme de una vez y salir de la angustia en que me hallaba, decidí hacer a pie la peregrinación al Santuario de Garaison, partiendo solo, a media noche y llevando como recuerdo a María, a fin de obtener mejor sus gracias, el hermoso ornamento que me había regalado mi madre el día de la primera misa. » Apenas llegué, fuí a pedir un confesor experimen- tado, y cuál no sería mi sorpresa al oir que me res- pondían: «Precisamente tenemos en casa al que usted necesita: Monseñor Laurence, Obispo de Tarbes, se encuentra aquí y confiesa durante todo el mes de María.» Me condujeron pues a presencia de Monseñor a cuyos pies me arrodillé, abriéndole todo mi corazón, Después de haberme oído con gran silencio, me dijo con la ternura de un padre: «Esto, hijo mío, es cosa seria, muy seria, y no conviene ir de prisa. Vuelva aquí el año que viene, durante el mes de María, y entonces resolveremos lo que hay que hacer.» De este modo me vi clavado de nuevo a la cruz del sacrificio, durante todo un año. »Apenas hubo transcurrido, me apresuré a em:- prender mi segunda peregrinación, llevando esta vez, como presente a Ntra. Sra. de Garaison, una hermosa araña de cristal, para su Capilla. »Por desgracia, Monseñor, llamado con urgencia a Tarbes para la solución de un negocio diocesano, acababa de ausentarse no sin dar antes conocimiento al superior de mi próxima visita. La decisión que obtuve de nuevo fué la de esperar otro año. Aquello era para mí una agonía prolongada, un martirio horrible. Ntra. Sra. de Garaison, que sostiene entre
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