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7 mismos levantaréis su capilla arruinada, haciéndola digna de Dios, digna de vuestro mártir y de vosotros mismos. »Os invito, pues, en nombre del Señor. Mañana empezarán los trabajos, y espero que todos habéis de tomar parte en ellos. Las mujeres y los niños, que nos ayuden con la oración. Los hombres de corazón y de energía, que empuñen el pico y la pala. A los pobres, les pido la limosma de sus brazos; a los ricos, la limosna del pan y vino que ha de sostener vuestras fuerzas; a todos, en fin, después de la oración, el tra- bajo y la limosna, les prometo la protección del Santo Mártir, la bendición y la gloria del cielo. »El enviado del Señor había hablado; y al amane- cer del siguiente día, 5 de junio de 1854, la campana de la abandonada ermita esparcía por los airés su alegre sonido, mientras más de 40 hombres, después de elevar el sacerdote su plegaria y bendecir el comienzo de las obras, empezaban a realizar los tra- bajos que hasta entonces habíanse tenido por imposi- bles; y tal prisa se dieron aquellos hombres de buena voluntad por llevar adelante su obra, que no tardó mucho en tener nueva casa el Santo Mártir.» Todavía recuerdan en aquel país algunos rasgos de santa audacia, llevados a cabo por el joven sacer- dote, que no conocía obstáculos cuando se trataba de las glorias del Mártir. He aquí un hecho que lo confirma. La antigua Abadía Cisterciense de Bonnefont, abandonada desde muchos años atrás, era en tiempo de nuestro héroe víctima de los despojos más vandá- licos. La Iglesia y el claustro veíanse de continuo 4,—P, MARÍA - ANTONIO
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