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== »Qué castillo tan difícil de tomar era su corazón. No obstante comprendí que el Señor me exigía esta conquista. Me puse bajo la protección de María, torre de David, guarnecida de mil escudos, que son la arma- dura de los fuertes, y empecé el sitio estrechándolo más y más, a medida que avanzaba, hasta llegar al centro de la fortaleza, El sábado anterior al domingo de Ramos, conseguí la victoria gracias a María. ¡Pero qué victoria tan completa! » Hablando cierto día con él en uno de los salones de su casa, procuré orientar la conversación hacia el recuerdo de su padre, enalteciendo las virtudes cívicas y cristianas que le habían adornado. El ancia- no general, sensible todavía al honor de su familia, conmovíase profundamente a medida que yo estre- chaba el cerco, hasta que no pudiendo resistir por más tiempo el ataque, se levantó de repente con los ojos llenos de lágrimas y cogiéndome de las manos me dijo: «¡Ah, señor Cura, es usted un enemigo terri- ble!» Cayó de rodillas, se arrojó a mis brazos y entre lágrimas y suspiros hizo con grandes muestras de arrepentimiento la confesión general de toda su vida. »Vaya preparándose poco a poco—le dije entonces —y el día de Pascua, en una capilla apartada, donde estaremos los dos solos, ofreceré por usted el Santo Sacrificio, y recibirá la Sagrada Comunión. —¡Cómo, señor Cura! —exclamó con un acento de emoción su- blime—¿ocultarme yo para cumplir con mi- obliga- ción? No he retrocedido jamás al defender la bandera de mi Patria; no retrocederé tampoco al defender la bandera de mi Dios. Además, ¿no debo reparar el escándalo de mi vida pasada? Vestiré, pues, mi mejor

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