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— 372— no saliera del Convento con aquellos fríos, que con- servara en su cuarto una temperatura agradable. El buen anciano, que nunca aprendió a cuidarse, contestó, sonriéndose, a las maternales palabras de Rosalía: «Esto no será nada, pues he soñado que la Virgen me concedía aún tres años de vida.» No le quedaba más que una semana, pero Dios, al mismo tiempo que imprimía en su alma el recuerdo constante de la muerte, quería alejar de él toda ansie- dad y toda preocupación respecto al tiempo en que le había de sorprender su llamamiento. Sin embargo, la buena Rosalía no las tenía todas consigo, y llena de tristes presentimientos, corrió a informar a otro Religioso de cuanto sucedía, exhor- tándole a que, por amor de Dios, vigilara al venerable enfermo. El lunes 4 de febrero, fiesta de S. José de Leonisa, celebró por última vez el santo sacrificio, pudiendo apenas terminarlo a causa de la gran fatiga que ex- perimentaba. Todavía el día siguiente intentó acer- carse al altar, permaneciendo en ayunas gran parte de la mañana; pero, persuadido por los ruegos de los que le acompañaban, desistió con resignación y obe- diencia, De tal modole habían abandonado las fuer- zas que ni aun siquiera pudo salir del lecho, lo cual le hizo exclamar lleno de admiración: «¡Pero hombre, si nunca me ha pasado tal cosa!» El religioso encargado de asistirle le preguntó, el miércoles por la mañana, si quería le llevase la co: munión, y con grande alegría aceptó el ofrecimiento, limitándose a preguntar si se le daría en forma de viático, pues en este caso deseaba prepararse con
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