BCCPAM000R08-4-10000000000000
— 311 — cución y del martirio del alma. Por esto confío en que me haréis gustar el cáliz de la recompensa y de la felicidad eterna. » Y ahora, vedme ya dispuesto a descender a la tumba y terminar la larga y dolorosa peregrinación de mi vida. ¡Ya me parece ver a Jesús, a María, a los ángeles y Santos, a mis queridos padres, que me abren los brazos y me llaman. » Muero en la obediencia, pobreza y castidad. ¡Oh santas y seráficas virtudes! Bien imperfectamente las practiqué, después de haberlas ofrecido al Señor con mis votos. ¡Ah, Dios mío! tan bueno, tan bueno: me arrojo a vuestro corazón y en él quiero morir, publi cando vuestra bondad y vuestras misericordias. »No me resta ya más que dormirme tranquilo en vuestro divino Corazón, repitiendo las mismas pala bras que dijisteis al Padre Celestial en el gran día de vuestro amor y de vuestro sacrificio. ¡Consummatum est! Pater, in manus tuas commendo spiritum meum! Amen. Fray MaRÍa-ANTONIO.» Todavía vivió tres años. A principios de febrero de 1907, aunque ligeramente acatarrado, salió una mañana muy fría, montado en su humilde carrito, para dirigirse al otro extremo de la ciudad. La buena Rosalía, que había llegado al Convento con intención de hablarle cuando volviese, se turbó grandemente al notar lo desfigurado que traía el rostro. Nunca había advertido en él aquellas señales de cansancio, aquella dificultad en el hablar y en sus movimientos. Con solicitud de madre le recomendó que se cuidara, que
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz