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369 — dentes y de no presentar al parecer síntoma alguno alarmante, la miseria en que vivía y la falta de cui- dados que sus muchos años necesitaban fueron soca- vando poco a poco su hercúlea constitución, hasta que llegó el día en que no pudo contrarrestar tantas fa tigas y privaciones. Comprendiólo así el invicto Religioso y comenzó a prepararse para la muerte. Todos los actos, todos los escritos de sus últimos años, están impregnados de esta idea que constituía su preocupación continua, En todos ellos se deja ver un profundo suspiro arran- cado por la nostalgia del cielo que sentía su alma; en todos ellos vibra lleno de ardor y de vida el grito del Apóstol, «cupio disolvi et esse cum Christo», Arregló, pues, todas sus cosas con escrupuloso cui- dado, y escribió su testamento espiritual poniéndole por título: «Mi último suspiro de amor y mi última voluntad.» El 1.9 de abril de 1904, día de Viernes Santo, a las tres de la tarde, hora solemne en que murió nues- tro Divino Salvador, empezó a redactarlo. Copiamos tan sólo algunos párralos: «Escojo este gran día, en que el Señor hizo por nosotros el sacrificio de su vida, para hacer yo tam- bién el sacrificio grande, pero alegre, de la mía. ¡He deseado tantas veces derramar por Él hasta la última gota de mi sangre! Escribo, además, estas líneas, tal vez las últimas, con una pluma que lleva grabada, por un lado, la vista de Montmartre y, por el otro, la ima- sen del Sagrado Corazón, a fin de que los rayos que salen del Corazón de Jesús iluminen mi alma en este mi postrer Suspiro.
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