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- 361 — Convento, y sus esbirros lo rondaban noche y día, 4 A . . » ó E 14 vigilándolo sin descanso. La Provincia tuvo que con- ue tentarse con elevar al cielo un himno de acción de gracias por tan fausto acontecimiento, y aplaudió con alegría el honorífico título de Ex Provincial que los superiores le concedieron en esta ocasión. Como viaje de bodas, vino el P. María Antonio por ] segunda vez a España, para visitar y consolar a sus hermanos desterrados, reanimándose su espíritu caba- lleresco al pisar la clásica tierra de Castilla, tan llena de recuerdos y artísticos monumentos, que forman algo así como un resumen de las páginas más glorio- sas que cuenta España en su historia. Por todas partes encontró amigos, aun fuera de los conventos de su Orden, pues su fisonomía, verdaderamente expresiva, no se había borrado todavía de la memoria de cuantos le conocieron en su primer viaje a la Península. La veneración que hacia él sentían aumentaba a su paso la por los pueblos. Todos creían encontrarse en presen- cia de un Santo, pues aunque siempre había brillado sobre su frente la aureola de la santidad, los años y los sufrimientos habían impreso en ella un brillo y una irradiación especial que subyugaba a todos. ' No obstante, estos triunfos y esta gloria eran dema- siado grandes para el venerable Capuchino, ya octo- genario, y el cielo, que no permitió en todo el trans- curso de su vida que gozase de una alegría completa sobre la tierra, vino a rubricar este último episodio de | su larga carrera apostólica con una gracia singular, con una humillación que le desapegó más y más de los afectos del mundo, como le había sucedido ya en todos los grandes acontecimientos de su existencia.

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